Prospe Beach

Érase una vez un barrio llamado Prospe testarudo y peleón. De todos los barrios de aquella ciudad no es que fuera el mejor, ni lo pretendía, para qué, pero sí que quería ser él mismo, y pertenecerse. Quería hacerse mayor y tomar su propio camino.
Entre tanto asfalto y cemento vio que era necesario dar un poco de color y alegría a sus habitantes. Entonces tuvo una idea, montaría un pequeño oasis de diversión para combatir el tedio del verano. Consistía en llenar una de sus plazas de arena para que pudieran jugar todos sus vecinos, desde jóvenes hasta ancianos. Lo llamó ProspeBeach y resultó ser la una de las citas más esperadas por sus habitantes,
que, al llegar julio, ocupaban la plaza de palas y cubitos, pelotas y redes de voley, barbacoas o sesiones de cine. Qué orgulloso que estaba Prospe de que su gente y la de otros barrios vinieran a disfrutar de aquel oasis.
Pero Metrópolis era una vieja llena de envidias y recelos y no podía permitir que Prospe pensara y actuara por sí misma. Cansada envió dos de sus esbirros Crisis y Corrupción para que destrozaran el oasis de diversión que Prospe había montado. Quiso quitarles justo lo que Metrópolis pensaba que era más preciado: la arena. Y así lo hizo. Dejó a ProspeBeach desnudo en el cemento.
Mas Prospe, no se rindió, es más, se cabreó y dijo basta. Salió a hablar con otros barrios que también eran ninguneados y tratados injustamente por Metrópolis, y juntos fueron a echar a Metrópolis del trueno. Fue una dura pelea, no vamos a negarlo, porque Prospe tuvo que poner mucha ilusión para ello, y la ilusión es más cara incluso que la arena, pero al final Prospe recuperó su pequeño oasis de diversión para el verano: el ProspeBeach…

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